El cometido de este artículo es para ayudar, en la medida de lo posible, a las personas que posean intolerancia a la lactosa. Básicamente, para demostrar que de vez en cuando, podrían –en su mayoría-, seguir consumiendo lácteos con lactosa.
Es bastante curioso, pero conozco a muchísimos intolerantes a la lactosa que desconocían la existencia de comprimidos o cápsulas de la enzima lactasa. Lo que todos conocen es que hoy ya existe un amplio catálogo de lácteos “sin lactosa”, pero muchos, como digo, no saben de la existencia de la venta de lactasa, para poder, al menos, disfrutar del buen sabor que proporcionan los yogures, queso o la misma leche con lactosa.
En un artículo que realicé para mi blog, ya comenté que la causa de que los productos lácteos “sin lactosa” tuviesen un sabor más dulce, se debía al PE (Poder Edulcorante), el grado de dulzura de una sustancia en comparación con la sacarosa. Los “sin lactosa”, al tener añadido la enzima lactasa, hidroliza la lactosa directamente, separando en “galactosa + glucosa”. Estos dos monosacáridos poseen un poder edulcorante mayor a la lactosa no hidrolizada. De ahí a que la leche “sin lactosa”, por ejemplo, tenga un sabor más dulce.
Otro concepto que también expliqué en dicho artículo, es que los productos lácteos “sin lactosa”, sí llevan lactosa, solo que tienen añadida la enzima lactasa. Esto, para la industria alimentaria, es un proceso fácil y barato. Separar la lactosa sería un proceso más complejo y no selectivo (se podría a través de tecnologías de membrana, como ultrafiltración).
Digamos que lo único que se añade es lactasa. Esta lactasa hidroliza la lactosa completamente, por lo que estaríamos hablando de un proceso eficiente al máximo.

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