Desde siempre he escuchado eso de que “somos lo que comemos”, y no hablo
de comentarios de nutricionistas o profesionales de la salud, sino de
las mismas personas de la calle. Somos
lo que comemos… ¿pero lo ponemos en práctica?
Yo creo que no.
La nutrición es un pilar fundamental para la calidad de vida de nuestra
raza. Me molesta mucho que casi todos piensen en “nutrición” cuando se
habla de bajar peso. No es así, de hecho, la palabra “dieta” no es
sinónimo siempre de régimen, o lo que es lo mismo, déficit de
kilocalorías. ¿Cuántas veces habré tenido que explicar a la gente que la
palabra “dieta” es sinónimo de una determinada alimentación? De hecho,
todo el mundo habla de las dietas milagro y las nombra con “dieta”
(ejemplo: dieta Dukan, dieta Atkins…), pero si dices “estoy a dieta”,
casi todos van a creer que es que quieres perder peso. Importante
cambiar ese erróneo pensamiento.
Hay una larguísima evidencia científica fiable que demuestra que una
correcta alimentación previene muchas de esas enfermedades de las que
morimos día tras día. Sin embargo, parece ser que a la Nutrición -como
ciencia- no se la tiene muy en cuenta en pleno siglo XXI. Ni por parte de
los gobiernos, ni por la misma sociedad. La sanidad pública deja de
lado a los dietistas-nutricionistas, y muchos enfermeros o médicos de
familia ocupan sus funciones. De ahí nacen muchísimos de los problemas
que hoy sufrimos. Es decir, una total ignorancia sobre lo que comer y no comer para estar más sanos.
Hoy en día solo tienes que preguntar a tus familiares o amigos y que te
cuenten qué les han dicho algunos de sus médicos de cabecera sobre
determinadas dietas o alimentos. A veces te ofuscas, y otras pierdes la
esperanza de que este mundo avance. Hoy se siguen demonizando las grasas
(huevos por temas de colesterol, carne roja, grasas saturadas), las
dietas hiperproteicas (aunque seas deportista y necesites más cantidad
que la media sedentaria), la suplementación a nivel de macros y
micronutrientes, y sorprendentemente, se ha formado un club médico anti
lácteos. Sin palabras. Lo más problemático viene cuando te encuentras
con profesionales que siguen recomendando la Pirámide Nutricional. En
ese momento ya pierdes las esperanza al cien por cien.
La cosa está ahí. Si un médico, que es un supuesto profesional, te dice
que bajes las grasas, que comas un 60% de carbohidratos al día (lo que
se recomienda oficialmente) y que no más de 3 huevos por semana, lo más
normal es que le hagas caso, sigas sus recomendaciones, y lo cuentes a
tus amigos, familiares o compañeros del bar. Pues multipliquen las
recomendaciones de ese determinado médico a sus miles de pacientes. El
resultado es que los pacientes consiguen un conocimiento erróneo y sin
ningún fundamento científico actual.
Este es nuestro conocimiento nutricional. La Nutrición es la ciencia más
‘tocada’ por la sociedad, y causalmente, donde más ignorancia existe.
Hacen falta nutricionistas actualizados en las mesas. Una enfermedad
puede curarse con buena alimentación, pero parece ser que eso no le cabe
a nadie en la cabeza. Nosotros preferimos curarnos a base de fármacos y
de técnicas médicas con efectos secundarios. Somos así de masoquistas.
La visión actual de cuando hablamos de la relación entre enfermedades
como el cáncer, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares con la
alimentación, es que somos unos apestados pringados que se preocupan de
algo innecesario, porque, ¿a quién le importa la influencia que tengan
determinados nutrientes en nuestro organismo?
Eso sí, cuando se producen los días mundiales contra el cáncer o la
diabetes, todos lloramos y nos lamentamos (con razón, y más cuando hemos
tenido casos cercanos), pero seguimos dando la espalda a la PREVENCIÓN.
Nos vamos directamente a que nos curen a base de pastillas y goteros.
La Pirámide Nutricional nos indica que el pan, el arroz, algunos dulces
caseros y los cereales (ya pueden ser azucarados) se pueden comer más
que alimentos como el aceite de oliva virgen extra, la carne, el pescado
o las verduras. Es tan sumamente ridículo, que me cuesta dar una
opinión más profunda.
La evidencia científica actual demuestra que las alimentaciones con una alta carga glucémica perjudican en salud y en acumulación de grasa.
¿Cómo pretende la salud pública mantenernos sanos y en línea si pide que
comamos al día un 60% de carbohidratos con respecto a las calorías
totales?

El pan blanco o los cereales azucarados contienen un IG y CG (carga
glucémica. Esto depende de la cantidad del alimento) altísimo, y
oficialmente, recomiendan que los comamos todos los días. ¿Qué dice la
ciencia al respecto?
- Una alimentación con elevado IG y CG se halló relacionada con una mayor incidencia de diabetes tipo II (2013): http://www.nutritionj.com/content/12/1/165 (27,769 pacientes hombres y 36,864 pacientes mujeres)
- Una dieta de elevado IG o CG se asocia a un mayor riesgo cardiovascular (2014): http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24271882
- Dietas con IG-CG reducidos se asocian a valores más bajos de grasa corporal, insulina e indicadores de inflamación (2013): http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23786819 (otro meta-análisis)
Toda la ignorancia nutricional que poseemos se debe a este tipo de
engaños que nos inculcan desde hace décadas y décadas. El poder de la
industria alimentaria es inmenso, y provocará que aún creamos que una
barra de pan a 0’30€ en Lidl es sana. Haga una prueba y lea los
ingredientes de ese pan tan sano que está comprado. Puede que luego se
arrepienta y elija un buen pan casero de centeno o integral.
Por si quedaba duda, sí, los alimentos integrales están relacionados con menor peso que los refinados o blancos (http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24358035).
Hasta que no hagamos más caso de la PREVENCIÓN, la Nutrición seguirá siendo esa ciencia tan olvidada por todos…
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